viernes, 22 de noviembre de 2013

La forja de una gran historia - La historia sin nombre -



Laira viajó durante dos días sin descanso, apenas dormía y ni siquiera se preocupaba por comer. A veces sentía miedo, no sabía hacia dónde se dirigía, no sabía si el camino que estaba recorriendo era el acertado o estaba caminando en dirección contraria, de lo único que estaba segura era de que tenía que seguir adelante.
El verano reinaba en el camino y el calor era sofocante. Hizo una pequeña parada para beber agua de un río. Sus ojos se posaron en el cristalino líquido, y vio su reflejo. Estaba demacrada. Grandes ojeras enmarcaban sus ojos, cuyo brillo había desaparecido; su pelo había perdido color, estaba deteriorándose. Sabía que debía comer algo, pero nada a su alrededor le resultaba conocido y no veía ni rastro de ningún pueblo.
Decidió continuar con su viaje, pero entonces algo ocurrió. Sus piernas comenzaron a temblarle, tenía la sensación que no la sostendrían en pie por mucho tiempo más. Intentó luchar contra esa sensación, pero fue inútil. Suaves puntitos negros aparecieron delante de ella mientras todo comenzaba a nublarse, a disiparse…. hasta que la más negra oscuridad se apoderó de ella.

De repente algo llamó su atención, una tenue luz blanca apareció y una suave voz la llamaba. Laira no quería hacerle caso, pero no pudo hacer nada. Despertó en una habitación iluminada tan solo por la luz de una vela. Había alguien a su lado, observándola y acariciándole la frente.
- ¿Dón…dónde estoy? – balbuceó Laira. Le era muy difícil pronunciar palabra, ya que tenía la boca pastosa por la falta de comida.
- Estáis a salvo. Me alegra ver que habéis despertado, estaba muy preocupado. – era la voz de un hombre. Esto hizo que se sobresaltara.
- ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? – preguntó Laira muy asustada.
- Tranquila, tranquila. No voy a hacerte daño. Te encontré tirada en el lindero del río, te recogí y te he curado. Ahora debes comer y descansar, después me contarás todo y yo te contaré quién soy.
Alguien más entró en la habitación, traía consigo una bandeja repleta de comida. Laira no pudo resistirse y comió hasta saciarse. Después el sueño la invadió y durmió durante un día entero.


Los primeros rayos del sol se filtraron a través de la ranura de la ventana. La cálida luz acarició el rostro de Laira y la despertó. Sentía sus fuerzas renovadas, había dormido como una niña. Miró a su alrededor y recordó dónde se encontraba, pero esta vez estaba sola, nadie la acompañaba.
- ¡La historia! – gritó de repente al recordarla.
A causa de su grito, un hombre entró en la habitación.
- ¿Qué te pasa?
Laira lo miró y lo reconoció. Era el hombre que la había salvado.
- Si tú fuiste el que me encontró en el río, debes de haber visto un libro que yo llevaba, ¿dónde está?
- Ah sí, es cierto. Tranquila, lo guardé bien para que no se perdiera. – abrió un cajón y sacó el libro.
Laira se sintió muy aliviada al verlo.
- Gracias.
- No quise leerlo por respeto a tu intimidad, pero me gustaría mucho saber lo que es. – al ver la cara de indecisión de la muchacha, el hombre añadió -. Ven conmigo al jardín, allí podremos hablar de nosotros, para aclarar un poco todo esto.
Laira asintió y lo siguió. El jardín era precioso y enorme. Estaba repleto de hermosas flores silvestres. El aroma a rosas impregnaba el ambiente y el clima era templado y agradable. Después de un pequeño paseo por el jardín, el hombre la condujo hacia un pequeño banco.
- Mi nombre es Gerard. Ésta es mi casa, vivo con mi hermana y mi madre. Estás en Pueblollano, no sé si lo conocerás.
- Me suena mucho – inquirió Laira pensativa -. ¿Está muy lejos de Monteverde? Ésa es mi ciudad.
- Pues sí que está lejos, a unos cien kilómetros, más o menos.
- No me lo puedo creer ¡He recorrido cien kilómetros en tres días! – exclamó Laira impresionada.
- Eso parece. Pero eres muy joven, ¿qué haces tan lejos de tu hogar… y sola?
- Es una larga historia. – contestó Laira intentando contener sus emociones.
- Pues tengo todo el tiempo del mundo, además me encantan las historias.
Laira sonrió. Había algo en aquel hombre que le proporcionaba confianza, como si el mero hecho de mirarlo a los ojos le inyectara una gota de valor y coraje. Supo que podía confiar en él. Además, necesitaba hablar con alguien. Le contó todo lo acontecido meses antes: cómo conoció a Jack, la historia que escribieron juntos y su despedida.
- Así que ese libro contiene esa historia, la que escribiste con Jack.
- Sí. Necesito encontrarlo.
- ¿Para qué? ¿Para qué arriesgarte tanto? Podrías esperar a que regresara.
- Pues… porque….porque….
- Porque estás enamorada de él. – la interrumpió Gerard al percatarse de lo que estaba ocurriendo.
Laira lo miró y supo que no podía engañarlo.
- Sí, tienes razón. – dijo con un suspiro.
- ¿Sabes dónde está?
- No, pero sé que lo voy a encontrar. Algo me dice que voy en la dirección correcta.
- Entiendo. ¿Y cómo se llama tu historia?
Laira se sorprendió ante la pregunta, la verdad es que nunca se lo había preguntado, ni siquiera se le había pasado por la cabeza.
- Te va a parecer gracioso, pero no tiene título, ni Jack ni yo pensamos en eso.
- Bueno, ya que debes quedarte aquí unos días para recuperarte, ¿qué te parece si me dejas leer tu historia? Quizás se me ocurra un buen título.
- Claro. – Laira accedió encantada. Nadie más que ella y Jack la habían leído. Sería de gran ayuda conocer la opinión de alguien más.
Laira le entregó el libro a Gerard y se fue a descansar. Estuvo instalada en esa casa durante cuatro días. Tejió una gran amistad con la madre y la hermana de Gerard. Se sintió muy cómoda en su estancia en Pueblollano.
Al quinto día, salió al camino y vislumbró el horizonte. Volvió a pensar en Jack y se preguntó en qué lugar podría estar. Se sentía completamente bien y deseaba reanudar su viaje para encontrarlo. El ruido de unas pisadas a su espalda hizo que diera un respingo. Volteó la cabeza y vio que Gerard se acercaba con su historia en la mano.
- Ya la he terminado. Es maravillosa.
- Gracias, eres muy amable.
- De nada.
- Gerard, yo quisiera agradecerte todo lo que has hecho por mí, pero…
- Pero debes marcharte ya. – terminó Gerard la frase por ella.
- Tengo que hacerlo, debo encontrarlo. Al menos debo intentarlo. Deseo ser feliz y siento que mi felicidad se fue con él, no puedo dejarla escapar sin hacer nada.
- Te entiendo. Además pienso que debes ir. He leído tu historia y no se me ocurre ningún título, estoy seguro de que sólo lo hallarás estando con él. Jack también tiene derecho de dotar de un buen título a esta magnífica obra, puesto que es tan suya como tuya.
- Tienes razón. Es algo que debemos hacer los dos. Gracias por todo, jamás olvidaré lo que has hecho por mí.
- Cualquiera lo hubiera hecho en mi lugar. Quiero que sepas que siempre que necesites algo, aquí me tienes para lo que sea.
- Lo sé y te lo agradezco de verdad. Voy a recoger mis cosas, debo irme hoy mismo.
- Espera. Me gustaría que me prometieras que cuando esta historia tenga un título me lo hagas saber, me encantaría saberlo.
- Claro que sí.

Laira abrazó a Gerard y se marchó a recoger sus cosas. Al cabo de una hora lo tenía todo preparado. Gerard salió a despedirla con su madre y su  hermana. Los tres la vieron alejarse, caminaba buscando su felicidad, de corazón deseaban que la encontrara, pero el destino poseía el poder de lograrlo.

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